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El arzobispo Andrade

Víctor Viana | revista eSmás Vilagarcía Nº43 Invierno 2023

Perteneciente a la familia de los Caamaño, era hijo del muy conocido Rodrigo de Mendoza y Sotomayor.
El arzobispo Andrade

El que con el tiempo habría de ser arzobispo de Compostela, había nacido en  Vilagarcía en el Pazo de Vista Alegre, siendo bautizado en la Iglesia Parroquial de Santa Baya de Arealonga. En lo que hay más duda es en la fecha de nacimiento, variando, los diversos estudiosos del arzobispo, entre los años 1565 y 1585. En todo caso, se puede dar como más acertada, la fecha de 1579, de acuerdo con su fecha de fallecimiento en el año 1655 a los 76 años de edad.


Perteneciente a la familia de los Caamaño, era hijo del muy conocido Rodrigo de Mendoza y Sotomayor y su esposa Urraca de Sotomayor y Osorio, y pronto inicia sus estudios eclesiásticos en Salamanca para marchar a Roma en donde perfeccionaría sus estudios. Pronto alcanza el obispado de Palencia por presentación del rey Felipe IV, siendo confirmado por el Papado en el año 1628.


Por el breve tiempo que estuvo en el obispado de Palencia – solo tres años -, apenas se tienen datos sobre lo realizado  en n dicha diócesis.


En 1631, en el Cabildo de la Catedral de Burgos se lee una carta de Fernando de Andrade, comunicando a los canónigos que había sido propuesto para el arzobispado de Burgos, “y de la alegría que había recibido con tal promoción, y participando a la vez, sus deseos de venir muy aprisa a esta ciudad”.


Habiendo tomado posesión del arzobispado, trata de rodearse de miembros de su familia, haciendo los siguientes nombramientos: a su cuñado Francisco Àlvarez de Castro lo nombra “colector del subsidio de la parte  que le toma a su Ilustrísima”; a Francisco Capillas lo nombra Provisor general, “y ocuparse de las cosas que por nos cerca de nuestra apersona”; a Francisco de Pazos y Figueroa lo nombra “contador de subsidios”.


No era fácil dirigir el arzobispado de Burgos, y tan pronto toma posesión tiene que hacerse cargo del procesamiento del Abad de Gamonal, que era a la vez Arcediano de Virviesca. Otro problema que tuvo que afrontar Fernando de Andrade fue la puesta en marcha de un nuevo obispado en Santander, que hasta el momento dependía directamente de Burgos. No era un problema fácil, ya que en el mismo, estaban involucrados tanto el rey Felipe IV como el Papa Benedicto IV, el cual finalmente autorizaría la creación del nuevo obispado en Santander.


Convencido de la escasa formación de los curas rurales, puso en marcha una serie de conferencias morales para dichos sacerdotes, visitando sus parroquias para ver las necesidades de las mismas. Igualmente ayudó económicamente a la ciudad de Burgos y su hermosa Catedral, y mandó construir a sus expensas y del Cabildo un seminario para la mejor formación de los futuros sacerdotes.


Al margen de su actividad eclesiástica, tuvo dos cargos  de extraordinaria importancia: ser nombrado Virrey de Navarra así como Presidente del Consejo de Cantabria, señal inequívoca de su inteligencia y dotes políticas. Durante su cargo de virrey, tuvo extraordinaria importancia en la guerra contra Francia y en la conocida como “guerra de Alduides”, que en esencia era una serie de altercados entre navarros y franceses a causa de los pastos, que resolvió el virrey con el llamado “tributo de las tres vacas”.  


Su nombramiento como Presidente del Consejo de Cantabria se debía igualmente a que los franceses habían invadido Santander llevándose todo el oro y plata que pudieron, pero lo curioso de la situación, es que los marinos franceses que tomaron la ciudad, estaban mandados por un general que también era un hombre de la Iglesia, nada menos que el cardenal arzobispo de Burdeos.


Tras el arzobispado de Burgos, nuestro personaje fue nombrado obispo de Siguenza, lo que se podría interpretar como un descenso en la carrera eclesiástica ya que pasó de una sede arzobispal a otra de obispo, sin embargo, así fue, y todo hace pensar que se debió a una orden real, ya que en marzo de 1640 Felipe IV escribe a su embajada en Roma ordenando al embajador que presente a Fernando de Andrade para el cargo de obispo de Siguenza, lo que pudo significar que le interesaba al rey dicho nombramiento por algún grave problema en Siguenza, debido a las cualidades políticas del arzobispo. 


La fecha definitiva y más importante de don Fernando llega el 20 de marzo de 1645, cuando es presentado para ocupar el arzobispado de Santiago de Compostela, y ya puede descansar tranquilo  en el palacio de Vista Alegre hasta que lleguen los elegidos del Cabildo, para “suplicar al Arzobispo que sirviese venir a Santiago y a exponerle las razones que había para ello”.


Dice el historiador López Ferreiro, que la causa de hacerse rogar para su entrada a Santiago puede deberse a dos razones: de una parte, a que se estaban construyendo el convento e iglesia de Vista Alegre a expensas del arzobispo, o bien al pleito que sostenía con el Cardenal Spinola sobre diversos desperfectos en lugares del arzobispado compostelano que se debían arreglar antes de su entrada. 


Finalmente entraría en la ciudad de Compostela en el otoño de 1645, y prueba de su valía política, es que el rey le nombra en 1647, Capitán General de Galicia, tratando de solucionar los problemas de las guerras europeas de la monarquía. Por dicha razón tenía que solucionar la recluta de jóvenes que ya desde 1639 establecía en un hombre por cada 100 vecinos, además de 600 hombres para la Armada  y 500 infantes para el ejército de Cantabria, todo lo cual aumentaría por la guerra iniciada con Portugal por su independencia.


Los problemas culturales acapararon gran parte de su actividad. Por ejemplo los de la Universidad que ya venían desde 1588, sobre todo el relacionado con la intención de los jesuitas de fundar un estudio de Gramática; en Vilagarcía; los problemas económicos que tenía la  Escuela de Gramática y Retórica que había fundado su antecesor Rodrigo de Mendoza;  a lo que se unía el mantenimiento del convento de Vista Alegre  y el propio palacio así como la  iglesia parroquial de Arealonga, etc.


Fue enterrado a la entrada de la catedral por detrás del maestro Mateo, y Vilagarcía le dedicó una calle.

 

 


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