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La Epidemia de la gripe de 1918 en Vilagarcía

Victor Viana | revista eSmás Vilagarcía Nº31 - Invierno 2020

Este gobierno que vino “a salvarnos” necesita mucho del silencio y de la benevolencia de todos.
La Epidemia de la gripe de 1918 en Vilagarcía

"Tendremos que callar aunque los yerros y las tolerancias hayan acarreado esta nueva catástrofe que afecta a esa cosa tan sagrada como es la salud. Puede ser que el morirse sin necesidad sea un tributo que debemos los españoles al prestigio de los hombres que hoy mandan y al respeto que debemos al programa internacional que hoy impera”.

 

Seguro que algunos piensan que es un artículo recién publicado acerca de la pandemia del coronavirus. Pero no. Aunque lo parezca, se trata de un escrito publicado en el periódico “El Correo de Galicia en septiembre de 1918 con motivo de la gripe que estaba asolando Galicia, y que el periodista escribía para criticar el paso “de varios oficiales del ejército yanqui que pasaban hacia Francia con obreros portugueses”. Aunque el periódico acusaba a los obreros portugueses de ser los causantes de la epidemia en la zona de Medina del Campo, lo cierto es que en Portugal se había iniciado la epidemia en el Sur a primeros de mayo a la vez que en España.

No eran los portugueses la causa principal de su extensión en España, y en esta caso concreto eran los oficiales yanquis los propagadores, pues está demostrado que el origen de la mal llamada gripe española tuvo su origen en la base militar de Fort Rilley en Estados Unidos. para posteriormente ser traída a Francia por los soldados desembarcados para luchar con los Aliados.

La llegada del virus a Vilagarcia debió ocurrir a finales de agosto o primeros de septiembre a juzgar por las noticias de la prensa, que indican que el 24 de septiembre hay ya 400 casos en el municipio.

 

 

Por ello, hay una reunión en el Ayuntamiento a la que asisten el alcalde, el comandante de Marina de la provincia marítima de Vilagarcia, el director del Laboratorio Municipal, el Inspector veterinario, el secretario Municipal, el Inspector Municipal de Sanidad y el Provincial, que por entones era el prestigioso médico de Pontevedra don Celestino López de Castro, que según la prensa de la capital, vino a Vilagarcia “con objeto de examinar el estado de aquellas poblaciones – Villagarcia y Villajuán – y adoptar medidas que las circunstancias más aconsejen”.

Lo cierto es que la epidemia ya había producido cinco muertos, por lo cual, la Junta Local de Sanidad adoptó las siguientes medidas:

  • Prohibición absoluta del comercio del trapo y de toda clase de objetos que hubieran sido de uso personal.
  • En el casco de la población queda igualmente prohibido la crianza se cerdos así como su paso por las calles.
  • Cierre de todo tipo de salones de espectáculos, que comprendía a cines, teatros, salones de baile y otros donde hubiera reuniones de gente. Medidas estas que apenas se diferenciaban de las actuales a propósito del coronavirus.
  • Igualmente se prohibía el desliaje de la paja de los jergones en las calles.

 

 

Se aconsejaba la desinfección de los retretes con cloruro de cal, medida ya avanzada para aquella época, ya que es un producto químico que se usa actualmente como aditivo en la depuración de las aguas, y como desecante debido a su higroscopia.

Igualmente que ordena el vallado de todos los solares situados dentro del casco urbano, dado que son “son depósito de toda clase de materias contumaces”, así como “una limpieza extraordinaria de las calles de Villajuán, con desinfección de casas, y si fuese necesario proceder a la habilitación de un hospitalillo provisional”.

Afortunadamente la virulencia de la epidemia no fue extraordinariamente fuerte en la zona, aunque se temía gran mortalidad. Finalmente solo fueron cinco los fallecidos, y entre los mismos, se encontraba Maruja Barreiro, hija del médico, farmacéutico, inspector de Sanidad Exterior y poeta, Lisardo Barreiro. La prensa de la época relataba con el característico tono del momento, que ”la arrebató la epidemia gripal al cariño de los suyos y a la estimación y al aprecio……..”.

El citado medico pontevedrés, Celestino López, decía que el principal remedio era mantener buena higiene, guardar cama, fricciones de vinagre aromático y “no combatir la gripe con Zotal”.

 

 

La periodista Milagros Bará recordaba como otro médico conocido en la provincia era Sobrino Álvarez, recomendaba 15 gotas de tintura de yodo disueltas en un vaso de leche después las comidas, pero el más curioso remedio era un producto dietético llamado “Cerealine”, que se vendía en algunas farmacias y droguerías de Vilagarcia, como un alimento concentrado, extracto de cereales y legumbre, indicado entre otros trastornos para infecciones gastrointestinales, fiebres tifoideas, diarreas verdes, etc.”, y que entre la gente se decía que también era bueno para la gripe. Realmente, como reconstituyente era bueno para cualquier enfermedad y no solo para la gripe.

El periódico “El Progreso” de fecha 13 de octubre de 1918 daba dos noticias interesantes en relación con la epidemia. De una parte, que la gripe, “se ha extendido en Villagarcia y Villajuán con mucha rapidez y los facultativos muestranse cautos por el número de atacados aunque la mayoría tienen caracteres benignos”. La otra, tenía relación con la respuesta social de la comunidad ante tantos hogares afectados. Decía, “que en Villagarcía se ha montado una cocina de caridad con los fondos remitidos por la Comisión de Socorros. El viernes se dieron 242 raciones a otros tantos pobres enfermos, consistente en caldo, huevos, gallina, carne cocida, aceite, arroz, azúcar, café y vinos generosos”.

Probablemente por ello, el periódico “La Libertad” que se anunciaba como del Partido Republicano Radical, decía el 17 de octubre, con el título de “Más caridad y menos payasadas” que “las suscripciones populares de Villagarcía alcanza sumas respetables a fin de atender a los atacados indigentes. Aquí (se refiere a Pontevedra capital) nos cruzamos de brazos y mandamos a los jóvenes exploradores por las calles con una bandeja en la mano, implorando caridad pública como si se tratara de socorrer a un pobre negro, poniéndonos en ridículo y causando el asombro de las gentes extrañas”.

El seis de noviembre la situación se iba normalizando según “El Ideal Gallego·, y “han dejado de prestar servicio los automóviles particulares puestos a disposición de los médicos”.

 

Hospital Militar de Emergencia en Camp Funston, Kansas, USA. 1919

 


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