Logo de la empresa

Niños y niñas rebeldes

Elvira Romay Cousido. Terapeuta / Counsellor Humanista Integrativo | revista eSmás O Salnés Nº26 Otoño 2023

Niños y niñas rebeldes

Desde que nacemos, e incluso antes, el entorno ejerce una influencia en nosotros. A veces es positiva para nuestro crecimiento y desarrollo, pero otras veces es negativa. En nuestra infancia para adaptarnos a ese entorno y al mundo que nos rodea tenemos tres opciones, lo hacemos sumisamente,  con rebeldía o aislándonos. 

Podemos adaptarnos a nuestro entorno de forma positiva para nuestro bienestar mental y emocional siendo sociables, asertivos, actuando respetuosamente y siendo agradecidos. Pero algunos lo harán de forma negativa, no teniendo en cuenta sus necesidades, con confusión y retraimiento o siendo rebeldes, rechazando normas y límites. En todas estas formas de adaptación negativa estaremos sin darnos cuenta dañando nuestra autoestima y además sufriendo como consecuencia de ello. Es importante indicar que estos tipos de adaptaciones se elaboran en la persona de forma no consciente. 

Los adultos solemos ver esa rebeldía en el niño como un desafío a la autoridad y una falta de respeto, “qué pensarán de mí como progenitor si ven a mi hijo comportarse así”. Debemos tener en cuenta que en esta rebeldía hay, además de gritos, mucho sufrimiento.

Gracias a las últimas investigaciones en neurociencia sabemos que en ese momento el niño está utilizando su parte del cerebro más primitiva, llamada también cerebro reptiliano. Esta parte del cerebro es la responsable de las funciones involuntarias del cuerpo, como la respiración, el ritmo cardíaco, el hambre y de emociones como el miedo y la rabia. 

Otra parte importante de nuestro cerebro es el neocórtex o cerebro superior o racional que estará en construcción, “en obras”, hasta los 25 años.  Es el que nos permite resolver problemas, concentrarnos, comportarnos según las normas y, entre otras funciones, ser conscientes de nuestras emociones. El niño o la niña en una rabieta no tiene acceso a esta parte superior del cerebro. Su cerebro primitivo es el que está funcionando. El niño (o el adulto, en ocasiones también), está sobrepasado a nivel emocional. ¿Qué necesitan esos niños en ese momento? Un adulto a su lado que lo acompañe, que le ayude a calmarse, con paciencia y amor. Esperando que esa tormenta pase, para que una vez llegue la calma emocional, pueda acceder a su neocórtex. Para los padres es una buena oportunidad para acompañar a nuestro hijo en la construcción de su cerebro racional. 

Los horarios y las rutinas son muy buenas herramientas para el desarrollo de este cerebro “en obras”. Si en casa los horarios son demasiado flexibles, si hay pocas rutinas, siempre podemos pararnos a reflexionar y empezar a establecer esa estructura en la medida en la que nos sea posible. Una buena organización pondrá orden fuera y también en el interior de ese niño y niña, que tanto lo está necesitando. Hay mucho sufrimiento en un niño rebelde. 
Además de esta estructura necesaria, otro ingrediente fundamental es el amor. Esos momentos en los que perdemos el control, gritándoles o pegándoles no solucionamos ni cambiamos comportamientos rebeldes, todo lo contrario, los cargamos de más rabia, dañando su autoestima y, además, perdemos una oportunidad maravillosa, para acompañar a nuestros hijos en la construcción de su neocórtex.

Necesitamos construir en familia un entorno seguro y protector donde nuestros hijos puedan crecer, mostrar sus emociones y todo aquello que es espontáneo en ellos. Explorando, aprendiendo y expresándose irán creciendo para convertirse en adultos felices y autónomos.

 

 


Anunciantes en el número actual la revista eSmás:


Scroll to Top